Familia querida:
Llevamos tres días en India que parecen trescientos.
En esta tierra se rompe el tiempo para entrar en otra realidad.
India es un lugar lleno de contrastes: la belleza y la pobreza; un caos vial que sólo ellos se libran de accidentes; la majestuosidad de los templos y la pobreza en las calles.
La gente es dulce y amable. Aunque hablan un inglés difícil de entender; pero a señas lo logramos. Sin embargo, hay una palabra que ambos comprendemos: «Namaste».
La comida, exquisita.
Los paisajes, maravillosos.
Miles y miles de personas conviven junto a los changos y las vacas.Todo ser vivo es respetado.
La espiritualidad, que podría pasar por fanatismo, mantiene a un país en orden con una peculiar distribución de la riqueza: las ofrendas.
Los templos se llenan de miles de personas de todas las edades: niños, jovenes, adultos y ancianos. Es de sorprender su fe. Una fe que los mantiene con bajos niveles de suicidios y adicciones.
Esta tierra que es cultura madre de todas las culturas sigue dando a sus hijos y sus visitantes lo mejor de sí.
¿Cuantas religiones, filosofias, culturas y maneras de ver al mundo hay en India?
En estos tres dias que parecen trescientos años recorrimos templos árabes con una antigüedad de cinco mil años, templos vedicos y templos budistas.
Vimos sonreír a los dioses y acariciamos la historia de Kryshna, Buda y Gandhi.
Presencié a la gente pidiendo por salud; a un hombre en silla de ruedas tocado por la lepra; a los hombres vestidos de mujeres pidiendo limosna para Kali, su diosa; a una mujer humilde que compraba un Plátano para dárselo a una persona aún más pobre que ella. Vi seres angélicos disfrazados de mendigos. Y vi a mi corazón abrirse ante la compasión.
Hoy salimos de Delhi para llegar a Ladhak. Habrá retiro y silencio.
Con todo mi cariño, comparto algunas fotos